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Editorial Agosto de Ángel Samper: 'Matar al Ruiseñor'

Editorial Agosto de Ángel Samper: 'Matar al Ruiseñor'

De un tiempo a esta parte el Medio Rural está siendo ferozmente atacado, pero este ataque no se limita a la producción cárnica o láctea, el agua, la caza, los fertilizantes y estiércoles, las herramientas que utilizamos para la salud vegetal y animal etc., sino que es mucho más profundo porque va dirigido hacia nuestras costumbres, cultura, historia y raíces.

 

Se está poniendo en cuestión nuestra forma de vivir, entender e interrelacionarnos entre nosotros y también con nuestro entorno natural y sobrenatural. Es una corriente ideológica muy fuerte que amenaza con subvertir nuestros valores. Por ello es fundamental nuestro esfuerzo por entender, comprender y discernir. El verdadero conocimiento forma parte inseparable del ser humano. 

 

Viene a mi memoria la novela “Matar a un ruiseñor” escrita por Harper Lee en 1960 y llevada con gran éxito al cine por Robert Mulligan, quien cosechó varios Oscar, entre ellos el de Gregory Peck como mejor actor principal por su interpretación de Atticus Finch. 

 

El protagonista es una “rara avis” en medio de la mediocridad que empapa cada rincón de ese pueblo. Su integridad y firmeza en la lucha contra los prejuicios se complementan con su bondad y tolerancia hacia los demás. Atticus no destaca en nada que pueda ser objeto de admiración por parte de sus vecinos: no caza, no juega al póker, no pesca, no bebe, no fuma. Sin embargo, su vida esconde el misterio de los “grandes hombres”: combatir la estridencia del mal con su presencia callada y serena. Su única ocupación conocida, aparte de ejercer la abogacía en ese pueblo olvidado de todos, es atender a su familia y leer. Sus valores impiden la destrucción de la inocencia, especialmente en la visión del mundo que rodea a sus hijos Scout y Jem, los otros personajes que, junto a Atticus, mantienen con fuerza el mensaje de la película: la esperanza, pese a todas las apariencias, en la dignidad del ser humano.

 

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Atticus Finch defiende a un inocente, sabiendo que el propio sistema y lo que le rodea ya lo ha condenado. Con todo y con eso se mantiene firme en sus convicciones. Cuando sus hijos le preguntan el porqué de tanta injusticia él responde “nunca se conoce realmente a un hombre, hasta que uno se ha calzado sus zapatos y caminado con ellos”. No los excusa, pero no los juzga.

La obra está inspirada en un pueblo de Alabama tras la Gran Depresión de 1929. Destacan también los personajes que representan la ley: el juez y el sheriff, quienes incluso obrando con rectitud están sometidos a los prejuicios de la época y a las deficiencias del sistema. Aceptan, a sabiendas de su inocencia, la condena del acusado porque son incapaces de desafiar el “status quo” social que les toca vivir, por eso en vez de enfrentarse decididamente al mal optan por mirar a otro lado y seguir como si no pasase nada.

La realidad que plasma la película no es tan lejana a nuestro tiempo como creemos, porque estas deficiencias también las arrastramos en pleno siglo XXI. Hoy, como entonces, asistimos a una sociedad, confundida, conducida y manipulada.

 

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Es un contrasentido que en plena era de la digitalización y la información, sea precisamente la manipulación y la desinformación nuestro principal enemigo. A menudo se nos presentan como iconos de éxito ejemplos que están muy lejos de los modelos que deberíamos seguir. Lo hemos dicho muchas veces, la “contaminación mental” es el gran peligro al que nos enfrentamos hoy; ésa es la peor contaminación, el “bajo ambiente” y el resorte que utilizan los que atentan contra todos nosotros, individualmente y como sociedad. No nos cansaremos de repetirlo, desde ASAJA no defendemos el “medioambiente” sino el “ambiente completo”, es decir el ambiente con el ser humano en el centro como solución. Ésa es la garantía real tanto para las personas como para el aire, el agua y el suelo. Presentar al ser humano como problema es propio de los “no humanos”, de los malos.

 

Siguiendo el hilo de la película, cuando el hijo de Atticus insiste a su padre para que le enseñe a disparar, éste le contesta repitiendo las palabras de su propio padre: “no debes apuntar nunca contra nada de la casa. Podrás matar todos los grajos que quieras, pero matar un ruiseñor es un grave pecado. No picotean los sembrados, no entran en los graneros a comerse el trigo. No hacen más que cantar con todas sus fuerzas para alegrarnos”.

 

Tristemente, apuntar hacia los agricultores, ganaderos y el Medio Rural es atentar contra nuestra propia casa. Si no logramos poner en valor “lo humano” las nuevas corrientes deshumanizadoras acabaran arrastrándonos. Incluso las tradicionales corrientes ideológicas se han ido sometiendo a los relatos de estas otras que intentan “educarnos” para sus intereses. Habría que preguntarse por qué la política ha quedado subyugada a estos nuevos relatos, ¿qué hay detrás de todo esto? Nos tememos que pesan los millones, curiosamente estos discursos están siendo abanderados por multimillonarios que hasta hace pocos años permanecían en la sombra.

 

 

El último en ser conocido es Jim Mellon; mecenas, filántropo y “educador mundial” para más señas (al cual nos referimos en nuestro artículo Carne o Carné). Asegura que cada año se sacrifican en el mundo para consumo humano 80.000 millones de animales y 2 billones de peces, y dice: “podemos llegar al punto que eso se pueda eliminar y eso es una causa que me motiva”. Lo que le motiva es acabar con los animales para poder poner en marcha su negocio, las fábricas de carne sintética. Éste, como tantos otros, es un ejemplo claro del “club” de los cínicos.

 

Una palabra, “transhumanismo”, está en los discursos que últimamente escuchamos en boca de estos personajes siniestros. Su objeto, dicen, es mejorar las condiciones biofísicas y psíquicas utilizando los resortes de las herramientas tecnológicas que están a su alcance, pero si uno presta atención se da cuenta que olvidan una parte fundamental del ser humano: la parte moral y espiritual porque ésa, que es la que nos hace mejores, no les interesa.

 

La clara apuesta que se nos presenta hoy con el camino de la digitalización y de la realidad virtual tiene dos caras completamente opuestas y dependiendo de los objetivos que se pretendan pueden estar con nosotros o contra nosotros. Hoy en plena Gran Depresión del siglo XXI, el mal se viste de bien para confundirlo y someterlo. Tenemos que estar muy alerta.

 

Dejarnos arrastrar por estos movimientos es dar alas a los “pájaros” que se comen el grano de nuestros graneros. Matar al ruiseñor es un grave pecado. Permitir que otros lo hagan sin nuestra oposición, también. Decía Carl Gustav Jung “el conocimiento descansa no sólo sobre la verdad sino también sobre el error”. El lado humano de las cosas es el que permite aprender y crecer con los errores. La construcción de un mundo mejor ineludiblemente tiene que contar con lo que los agricultores, ganaderos y habitantes del medio rural hacemos y representamos para todos. 

 

No permitamos que disparen contra nuestro propio hogar y contra lo más sagrado, lo que representa el ruiseñor. ¿Acaso dejaríamos que una zorra vigilase el gallinero o permitiríamos que el lobo pastorease las ovejas? No podemos permanecer impasibles ante lo que está sucediendo.

 

En el año 2003, el American Film Institute escogió el personaje de Atticus Finch como el “mejor héroe del cine de todos los tiempos”. Llama poderosamente la atención puesto que su interpretación está muy lejos del estereotipo de héroe. Cabe preguntarse ¿por qué?... quizá el hondo anhelo del ser humano consiste en esa “impecabilidad” de la que goza Atticus.

 

Como decía Antonio Machado: “Benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin, o conformidad con lo inepto, sino voluntad de bien.” Sigamos el ejemplo de los grandes hombres y mujeres que jalonan la historia, haciendo de cada uno de nosotros un héroe en nuestro sencillo caminar diario buscando el bien en toda circunstancia.

 

Publicado
el 11-08-2021
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